Diario descriptivo de las andaduras y torceduras de dos malagueños en las profundidas del este y oeste de los Estados Unidos de América del planeta Tierra (por si el Curiosity ha descubierto algo nuevo mientras tanto).
martes, 11 de septiembre de 2012
Día 9. De Gallup a Flagstaff.
El día comenzó con la visita al parque nacional del Desierto Pintado y del Bosque Petrificado (10 USD por persona). Entramos a las 9.30 y salimos cerca de las 14.00. Nos encantó a pesar de que fue una visita larga, pero si te vas parando en todos los puntos de observación y haces casi todos las rutas como nosotros no queda otro remedio. Aun así se nos pasó el tiempo volando. La única pega es que al final comenzó a llover y la parte del final del bosque petrificado tuvimos que acortarla. Es un parque que no hay que perderse.
Lo único que no me gustó fue que no paraban de recordarte que no se te ocurriera sacar del parque ninguna roca, porque eso perjudicaría el futuro del parque, informándote que mensualmente desaparecía una tonelada, pero cuando llegas a Holbrook te das cuenta de que todo está lleno de rocas del bosque petrificado, incluso hay venta al por mayor. ¿Entonces quién está acabando con el parque, los turistas o el negocio de venta de rocas?
Entramos en el pueblo de Holbrook para ver el primero de los hoteles con los tepees de cemento de la ruta, el Wigwam Village (el otro está en Kingman), y decidimos almorzar en el café “The Wayside”, una comida mitad americana mitad mejicana que nos encantó (23 USD). Además la dueña, que hablaba español, fue muy amable y nos hizo unas cuantas recomendaciones. Entre ellas que visitáramos la ciudad de Sedona y el parque “Slide Rock State Park”. Ninguna de las dos cumplimos por falta de tiempo.
No entraba en nuestros planes pero al final decidimos visitar el Meteor Crater (16 USD). Lo sé, una turistada. Pero cuándo y dónde vas a ver tú un cráter de meteorito si no es aquí en Arizona. Lo hicimos, nos gustó, pero no repetiríamos.
La penúltima parada que hicimos ese día fue en Two Guns, las ruinas de un puesto de comercio típico de la Ruta 66 que refleja muy bien la historia de la ruta. Allí nos dimos cuenta de que nuestra montura, Tima, tenía un tornillo alojado en la pezuña de su pata trasera derecha. Pobrecilla, había recorrido más de 1500 millas sin protestar. Desde el segundo día nos avisaba de que teníamos que revisar los neumáticos, pero pensamos que era que recomendaba cambiarlos, porque les echamos un vistazo y no vimos nada. Enfilamos para Flagstaff raudos y veloces para solucionar lo de la pezuña, pero resultó que la oficina de National no estaba donde decía nuestro gps.
Decidimos quedarnos en Flagstaff en vez de en Williams, porque al recorrer el centro lo vimos muy animado, y eso en la ruta 66 era la primera vez que nos pasaba. Además, no os quedaríais en un pueblo en el que nada más entrar os encontráis con el Delorian...
Nos alojamos en el Knights Inn (60 USD en efectivo – al principio nos pidió 69 sin impuestos pero le pusimos cara de pena y regateamos) y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Nos encantó. Gente de marcha, espectáculo de tambores en la calle y hasta vimos cómo surgía la chispa del amor adolescente. Una chica de no más de 15 años se acercó por dos veces al escaparate del bar donde nos tomábamos una copa para saludarme con la mano y sonreírme mientras sus amigos la fotografiaban. Si es que vamos rompiendo corazones allá por donde pasamos.
Con el rollo de no haber cenado, la cerveza y el mojito se me subieron y al final llegué al motel a trompicones.
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