Diario descriptivo de las andaduras y torceduras de dos malagueños en las profundidas del este y oeste de los Estados Unidos de América del planeta Tierra (por si el Curiosity ha descubierto algo nuevo mientras tanto).
martes, 11 de septiembre de 2012
Día 10. De Flagstaff a Williams.
Llegó el día de la visita al Gran Cañón, sin duda uno de los platos fuertes del viaje. Nos despertamos antes de lo normal, sobre las 6.00, para adelantar camino y llegar pronto al centro de visitantes. Comimos en el motel un desayuno más que aceptable, incluso con donetes de azúcar y de chocolate, y nos pusimos en marcha sobre las 7.15, después de echar gasolina (53 USD) en una estación de servicio de la compañía Mobil, en la que nos dijeron que el descuento ofrecido con la entrada del Meteor Crater sólo era válido en la estación próxima a ese lugar.
Llegamos al Gran Cañón sobre las 9.00. Pagamos los 25 USD por vehículo para entrar en el South Rim (que sirve para los siguientes cinco días) y nos dirigimos al centro de visitantes. De allí nos fuimos al Mother Point para tener el primer contacto con el impresionante cañón. Este espectáculo de la naturaleza no se podría explicar bien con palabras y ni siquiera con imágenes, hay que verlo.
Antes de que hiciera más calor nos fuimos a hacer el Bright Angel Trial, una ruta de senderismo que baja hasta el fondo del cañón, pero para la que hay que invertir dos jornadas, porque la ida y la vuelta son en total 40 kilómetros. Bajamos hasta el segundo punto. En subir y bajar invertimos un total de dos horas y 20 minutos para los casi 10 kilómetros de recorrido, más o menos lo mismo que decía la información de la visita que se necesitaba solo para bajar. ¡Somos unos campeones! En el camino se veía a la gente que subía bastante sofocada y cansada y lo cierto es que cansa algo, pero no tanto. Sí hay mucho polvo, así que no está de más llevarse un pañuelo para la boca.
Después cogimos el autobús de la ruta roja y nos bajamos en la última parada. De allí fuimos andando hasta dos puntos de observación más allá, dirección al centro de visitantes, y de aquí nos marchamos a buscar un sitio para almorzar a la Market Plaza, pues ya eran las 16.00 y el esfuerzo del día hacía que nuestros estómagos rugieran como coyotes.
Almorzamos en un sitio corrientucho y de allí nos fuimos a ver la puesta de sol, porque ya no nos daba tiempo a coger el autobús de la línea amarilla para que nos dejara en el punto más alejado, como habíamos hecho con la roja.
Decidimos ir al Yavapai Point y tuvimos la gran suerte de que un tío en un Chevrolet Camaro descapotable de color amarillo espectacular nos pidió que le indicáramos el camino a ese lugar y después de hacerlo se ofreció a llevarnos. Con él, un belga que se llamaba Alexandro, y con un montón de franceses, disfrutamos del maravilloso espectáculo de ver el atardecer en el impresionante Cañón del Colorado. Algo que hay que vivir al menos una vez en la vida. De hecho este momento me gustó infinitamente más que el recorrido que hicimos por los diferentes puntos del cañón.
Salimos del parque sobre las 19.30 totalmente a oscuras, y digo a oscuras porque no había ni una sola farola que nos alumbrara el camino, y llegamos sobre las 20.15 a Williams. Nos quedamos en el motel Route 66 Inn (57 USD), un sitio barato y nada más. La mujer nos comentó que todos los españoles preguntábamos si había desayuno.
De la visita al Gran Cañón diré que el tiempo que tarda cada uno de los autobuses de las tres líneas en completar el recorrido es de 50 u 80 minutos, así que hay que elegir los puntos de observación con antelación y con cabeza. Nosotros recomendamos no perderse el Pima Point, de la ruta roja, el que más nos gustó de los que vimos porque se disfruta de una amplia panorámica del cañón y se pueden ver hasta tres tramos diferentes del río colorado. No merece la pena en la mayoría de los sitios desplazarse andando de un punto de observación a otro, porque los árboles del recorrido (porque sí, hay árboles) no te dejan disfrutar de la vista del cañón.
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