miércoles, 5 de septiembre de 2012

Día 7. De Oklahoma City a Tucumcari.

Nos despertamos sobre las 7.00 y nos fuimos a desayunar lo que ofrecía el motel. Básicamente cereales azucarados, leche, café y magdalenas. Después nos fuimos a recorrer Oklahoma City con el coche, porque tampoco tenía mucho que ofrecer. Acabamos visitando el memorial a las víctimas del atentado de 1995 en el que murieron 168 personas. Allí utilizamos el parquímetro por primera vez, 30 minutos por 25 centavos. Como recomendaba la guía, en el pueblo de Hydro nos desviamos hacia el trazado de la Ruta 66, por el que recorrimos un paisaje diferente entre granjas. Tras esto nos dirigimos a Clinton, para visitar su museo (5 USD). Aquí diremos que no entiendo por qué en este país te ofrecen firmar el libro de visitas antes de hacerla, cuando no puedes dar ninguna opinión sobre si te ha gustado o no. El museo nos gustó mucho, realiza un recorrido preciso desde la creación, el abandono y el estado actual de la Ruta 66, con canciones que puedes escuchar en cada sala y reproducciones de vídeo. Además entre las múltiples fotografías se reconocen muchos de los sitios por donde ya hemos pasado. En la tienda de recuerdos compramos una taza, dos placas de la ruta y yo la guía E-Z que no encontré en Chicago (41 USD).
Paramos para nuestro habitual brunch en el Jiggs Smoke House, una pequeña cabaña de madera situada a la salida de Clinton. Las especialidades eran una auténtica guarrería imposible de describir (17 USD). Mirad las fotos. Una mujer sentada en una mesa de al lado nos dijo que había sido incapaz de comérselo todo, y estos están acostumbrados desde pequeñitos. Tuvimos la gran suerte de que al llegar al pueblo de Erick, para visitar la tienda de los Mediocre Music Makers, Harley habría en ese momento el negocio. Harley resultó ser un colgado muy simpático que te entretiene contándote historias y metiéndose contigo. Anabelle, su mujer, no estaba por allí, y me dio reparo preguntarle si había fallecido, porque en uno de los blogs se decía que había caído enferma. La visión del pueblo era muy decadente, puesto que gran parte de los negocios se encontraban cerrados. En ese momento hacía 40 grados. Decidimos abandonar el pueblo de Erick por la Ruta 66, y fue todo un acierto. Éramos los únicos que recorríamos su trazado desdoblado de cuatro carriles. Así llegamos a la frontera con el estado de Texas, pasando antes por el pueblo abandonado de Texola.
Seguimos por el trazado antiguo de la ruta hasta Shamrock, donde visitamos la antigua estación Art Decó de la petrolera Conoco, la que sale en la película de Cars como el taller de los italianos.
Continuamos en la interestatal hasta el pueblo de Groom, donde paramos a ver la torre de agua inclinada. Esta gente no quiere saber nada de Europa, pero en cuanto pueden encontrar algo parecido a lo que aquí tenemos no veas cómo lo intentan vender. De camino a Amarillo comenzó a llover y a granizar. Paramos para echar gasolina (64,04 USD, aunque realmente al Chanquete le cargaron 150 USD, cosa que no le preocupó en absoluto). Volvimos a la gasolinera para solucionar lo de la tarjeta y nos dijeron que no nos preocupáramos, que se solucionaría solo. Llegamos al Big Texan Steak Ranch a las 17.30, sin mucha hambre después del sándwich "ligerito" de Clinton. Nos pedimos dos especialidades de la casa con sus respectivos dos acompañamientos, cómo no (47 USD). Por cierto, le dije que me cargaran directamente la propina y lo hicieron, ¡un 18%1
Fuimos a ver el Cadillac Ranch... desde lejos. Porque con la que estaba cayendo, como se encuentra en mitad de un terreno, era imposible acceder a él debido al barrizal. ¡Una pena! Decidimos enfilar para el Midpoint Café, el bar situado en la mitad de la Ruta 66. Al llegar estaba cerrado (lo hacía a las 16.00) y por allí no había ningún sitio donde quedarse a dormir, así que la única opción fue continuar el camino hacia Tucumcari, “Antoñita Mari” para los amigos. Por suerte había plazas libres en el motel Blue Swallow, muy recomendado por guías y blogs, así que nos quedamos allí (60 USD si pagas en efectivo), porque tenía el encanto de los viejos moteles de la ruta, todo iluminado con luces de neón.

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