Diario descriptivo de las andaduras y torceduras de dos malagueños en las profundidas del este y oeste de los Estados Unidos de América del planeta Tierra (por si el Curiosity ha descubierto algo nuevo mientras tanto).
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Día 23. De San Francisco a Málaga.
Hoy es el último día de viaje, 21 de septiembre de 2012.
Ese día teníamos el tour diurno de Alcatraz (38 USD cada uno) y debíamos recoger las entradas en las taquillas una hora antes. Al final resultó que no hacía falta tanto tiempo de antelación, porque con estar media hora antes en la cola para subir al ferry es suficiente.
Dejamos el coche en el parking del primer día, el de los 17 USD, y fuimos al Pier 33.
Aquí diré que al reservar el crucero desde España me equivoqué y lo hice para el 21 de octubre en vez de para septiembre. Me di cuenta una semana antes y le mandé un correo a la empresa. No hubo ningún problema y me lo cambiaron sin gasto alguno. Chapó.
La visita a Alcatraz nos encantó. Para el recorrido por el edificio de las celdas te daban una audioguía (había en español) que te hacía un recorrido muy completo. Sorprende un poco que el resto de los edificios no estén rehabilitados, pero aún así es una visita imprescindible.
A la vuelta, para almorzar, elegimos el Bubba Gump del Pier 39, porque ninguno habíamos comido nunca en esta cadena. Nos decepcionó. Las gambas eran insípidas. Si esta gente conociera las gambas malagueñas fliparían. Además no es barato (59 USD).
Tras esto nos fuimos a ver uno de los imprescindibles de la ciudad de San Francisco. ¡Cuál, diréis! ¡Pues la casa donde vivían los de la serie “Padres Forzosos”, en el 1709 de Broderick St! Cómo no lo habéis adivinado... Ni Dani, ni Joey ni Jessie vivían ya allí.
Ya sabéis que no encontré la primera esfera de Arnaldo Pomodoro donde supuestamente estaba, en el Museo Young. Como no soy cabezota, volví allí (el chanquete se quedó en el coche) y pagué los 10 USD de la entrada. ¡Pues sí estaba, en el jardín (con lo que la entrada la pagué en balde)! ¡Menos mal que el de información me aseguró que no formaba parte de la colección de ese museo! Para matarlo. Me hice y me hicieron fotos y estuve hablando con la vigilante de seguridad, que se acercó para regañarme por tocar la bola, pero que al final se sorprendió cuando le conté la historia de las pelotas.
Después del museo nos fuimos al aeropuerto, a devolver el coche antes de las 00.00, que era cuando cerraba la oficina. Allí nos despedimos de nuestra montura y de nuestra nevera.
Luego empezamos la odisea de la vuelta a casa, porque tuvimos que esperar 8 horas para el vuelo de San Francisco a Chicago, 4 para el de Chicago a Ámsterdam y 9 para el de Ámsterdam a Málaga. ¡Una paliza! Pero tampoco nos vamos a quejar de la vuelta después del espectacular viaje que nos habíamos marcado. En el tiempo de espera del último vuelo aprovechamos para ver Amsterdam, donde yo no había estado nunca, e impregnarnos de la cultura de esa ciudad: Barrio Rojo, magdalenas con aliño,...
Día 22. San Francisco.
Ese día nos levantamos algo más tarde de lo habitual, porque en los dos días que nos quedaban (sí, señores, esto se está acabando) teníamos tiempo más que suficiente para ver lo que nos faltaba de la ciudad de San Francisco.
La primera parada fue la universidad de Berkley, para buscar una de las dos esferas de Arnaldo Pomodoro que según Internet había en la ciudad de San Francisco. La encontré en la entrada principal de la universidad, después de seguir las indicaciones de unos empleados de mantenimiento.
Allí, en la esfera, conocí a Tracy, otra “tocapelotas” como yo. Le conté la historia de las bolas y le encantó. Me dijo que era una estudiante china de nombre impronunciable, por eso le había buscado esa traducción. Me pidió que le hiciera una foto y me lo agradeció enormemente.
Después aparcamos el coche en el parking de Mission con la 7th e hicimos el resto del recorrido que dejamos a medias el día que nos subimos en el “cable car”. Empezamos en el Yerba Buena Gardens, donde nos colamos sin saber cómo en una convención (un poco más y nos dan hasta de almorzar). Seguimos el recorrido viendo el Museum of Modern Art (por fuera, claro); la Transamericana Pyramid, que me pareció más pequeña de lo que me esperaba, y el Flatiron Building.
Al llegar a Union Square nos entró hambre, así que pedimos un pan relleno de sopa de almejas, plato típico y muy rico de San Francisco que hay que probar, en el Boudin, situado en el sótano del edificio Macy’s (17 USD los dos). Es un pan como una mano abierta de grande, vaciado por arriba (te dan el vaciado por si te lo quieres comer), con el hueco relleno de una sopa espesa.
Después de comer recorrimos Chinatown, aunque no encontramos muchas de las cosas de la guía porque al callejero le faltaban calles. Nos encantó. Además era más grande de lo que esperábamos, todo lleno de tiendas típicas y con edificios con arquitectura que original o artificialmente evocaban calles del país oriental.
Tras esto llegamos andando hasta la Coit Tower, donde disfrutamos de unas vistas increíbles de San Francisco. Como teníamos tiempo suficiente ese día, decidimos callejear dirección a las Painted Ladies, para verlas a pleno sol, sin seguir una ruta marcada. Así nos encontramos con la catedral. Durante este recorrido confirmamos la idea que nos habíamos hecho ya de San Francisco, una ciudad en la que puedes pasar de un barrio urbanita, elegante y cuidado, a otro deprimido con cruzar una calle. Así puedes ir andando por una calle llena de restaurantes de lujo y si pasas a la calle de atrás, te encuentras con negocios abandonados y con clientes digamos que de muy inferior estatus social. De hecho, donde dejamos el coche marcaba el límite entre la zona buena y la peligrosa, como nos dijo el del parking. No es una ciudad como Chicago, cuyo centro es más uniforme, además de más elegante, cuidado, limpio y moderno. Coincidimos en que Chicago es la ciudad que más nos gustó, de hecho lamentamos no habernos quedado un día más quitándoselo a San Francisco. Porque a pesar de que esta ciudad nos encantó, yo pensaba que nos iba a gustar mucho más.
Nos hicimos fotos otra vez en las Painted Ladies y fuimos a comer a un restaurante que me recomendó encarecidamente un amigo. No voy a decir quién es para que nadie se dé por aludido (Yorg). Es el Memphis Minnies’s. Lo primero que me sorprendió es que no está en una zona muy recomendable. El chanquete no tenía mucha hambre, pero cuando entramos flipó porque no se esperaba ese tipo de restaurante con ese tipo de comida; yo tampoco. Es rollo barbacoa y muy conocido en San Francisco. El asunto es que pedí costillas de cerdo y eran recalentadas. No obstante, el chanquete se pidió un bocata de fritanga y le encantó, de hecho me pidió que llamara a mi amigo para que nos recomendara otros sitios como éste. Al dueño se le abrieron los ojos como platos cuando le dije que me habían recomendado el sitio en España. ¡Pues ponme comida recién hecha, macho!
Lo mejor del sitio es que conocimos a una chica de padres cubanos (¡ay, mamacita!) que nos recomendó un par de sitios para salir.
Después de cenar volvimos al coche y de vuelta a Vallejo.
Día 21. San Francisco.
Desayunamos el café y los pasteles que nos ofrecía el motel y lo completamos en la habitación con cosas que habíamos comprado el día anterior.
La primera parada fue Sausalito, donde buscamos las casas flotantes que salían en el reportaje del canal Cuatro sobre la Ruta 66, pero no las encontramos por ninguna parte. A la vuelta vimos unas cuantas de camino a Vallejo.
Tras esto atravesamos en coche el Golden Gate Bridge, pagamos el peaje (6 USD) y aparcamos justo a la salida de aquel para recorrer el puente andando hasta el extremo contrario.
Después nos dirigimos a visitar el Golden Gate Park, pero antes comimos en un restaurante chino donde solo había chinos comiendo (30 USD). Esperábamos más gente en esta parte de San Francisco, pero parece que a no muchos turistas les interesa la parte del parque que da a la playa del oeste. Este parque es enorme y está atravesado por varias vías asfaltadas, por lo que decidimos recorrerlo en coche, ya que de otra forma habría sido imposible. Hicimos paradas para ver los bisontes, el Young Museum, la California Academy of Sciences y el Japanese Tea Garden. No entramos en ninguno de los sitios, pero el paseo mereció la pena.
Pregunté por una de las bolas que yo ando buscando siempre en la California Academy of Sciences. Allí me dijeron que estaba en el exterior del Young Museum. Volví a este, pero no la encontré, y al preguntar en el mostrador de información me dijeron que con toda seguridad no estaba allí.
Luego nos marchamos a dar una vuelta por el barrio gay de Castro. Animado y con varias tiendas interesantes, aunque más pequeño de lo que pensaba, se reduce a la calle principal y poco más.
Después recorrimos en coche la zona de Presidio y volvimos a Vallejo. No pagamos peaje a la vuelta como el día anterior, porque regresamos por el Golden Gate Bridge y no por el Bay Bridge.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Día 20. San Francisco.
Nos despertamos sobre las 7.00 y nos encaminamos hacia San Francisco. Como de costumbre en las ciudades estadounidenses, había retención de tráfico. Tuvimos que pagar 6 USD de peaje para cruzar el Bay Bridge (después de las 10.00 son 4 y los sábados y domingos, 5).
Estacionamos el vehículo en un parking público de la zona centro, situado entre las calles Mission y 7th, a un precio razonable de 10 USD hasta las 23.00 horas.
Desayunamos en el Sam’s Diner, en la calle Market, un siempre completo desayuno americano (27 USD). Luego comenzamos uno de los recorridos que proponía la información que teníamos de internet y vimos el ayuntamiento (entramos en él y presenciamos la boda de una española), la ópera y algún que otro edificio. Seguimos andando dirección downtown hasta que nos encontramos con la última parada de la línea de tranvía Powell-Mason. Bueno, con la parada y con un grupo de más de 30 chicas vestidas de negro que daban abrazos gratis (¿).
Decidimos subirnos al tranvía (6 USD. Tienes que sacar el tique previamente o pagar con el importe exacto en el interior una vez te has subido) y nos bajamos en Mason. Desde ahí fuimos andando por la costa y vimos el Palace of Fine Arts, el único edificio que queda en pie de la exposición Panamá-Pacífico de 1915 y que es realmente sorprendente. Llegamos hasta el Fort Point, para contemplar el Golden Gate Bridge en todo su esplendor.
Regresamos andando al Fisherman’s Wharf (por cierto, son más de 3 millas por trayecto) y almorzamos o más bien nos dimos un merecido homenaje en el Joe’s Crab Shack (50 USD).
Luego nos fuimos a descansar a la playa del Municipal Pier y tras esto nos montamos en el tranvía de la línea Powel-Hyde para regresar a la zona del centro. Aquí apuntaremos que es mejor no subirse en las primeras paradas de las líneas, porque son en las que hace cola la gente, por eso nos fuimos a la siguiente parada. No he dicho antes que el Chanquete no pagó el viaje de ida, porque nadie le pidió el dinero. Yo sí. Sé que no está bien y no digo que yo lo haya hecho, pero si subes en la segunda parada y te colocas (te colocan, pues a mí me dijo que lo hiciera allí el conductor) en el centro del tranvía, muy posiblemente el hombre que cobra no llegue al sitio donde tú estás. Hasta ahí puedo leer.
Cogimos el coche y nos fuimos a nuestro motel, el Regency Inn, situado en Vallejo, a 31 millas de San Francisco. Fue la mejor opción que encontramos para reservar la noche anterior, porque la zona en la que estaba el motel en el que estuvimos en Oakland no nos gustó nada, y el resto de opciones eran carísimas o tenían muy malas críticas. Al final nos salió bien la jugada, porque el motel nos gustó, tenía un buen precio (169 USD por tres noches) y la distancia se recorría en unos 40 minutos.
Día 19. De Merced a San Francisco.
Llegamos a San Francisco cerca de las 11.00. Lo primero que hicimos fue intentar buscar motel para los próximos tres días. Fuimos a tres sitios diferentes en el centro de San Francisco, pero debido a una convención todo estaba reservado. Incluso nos llegaron a pedir más de 400 dólares por una noche en un hotel de lo más corriente (¿).
Buscamos un parking en la zona de los muelles para el coche (2 USD por hora con un máximo de 12 USD, aunque al final resultó que por menos de 4 horas fueron 17 USD - estos americanos...).
El primero que visitamos y el más concurrido fue el Pier 39, lleno de sitios para comer. Almorzamos cerca de las 13.30 horas en un dispensador de comida típica para llevar del puerto de San Francisco (24 USD). Yo, un bocadillo de salmón y fish and chips para compartir. Muy rico todo.
Después continuamos andando dirección al Golden Gate y visitamos el muelle 45, en el que se encuentran un submarino y un barco de apoyo de la Segunda Guerra Mundial.
Tras esto fuimos a un museo de máquinas de videojuegos y nos lo pasamos pipa jugando a algunas de ellas, la mayoría con más de 20 años. Que conste que le gané al Chanquete jugando a una especie de futbolín.
A eso de las 16.00 nos fuimos a recoger el coche del parking y nos dirigimos a la calle Lombard, la cual bajamos, aunque no daba tanta impresión como parecía. Luego, aprovechando que teníamos vehículo, nos dirigimos a ver las Painted Ladies. Nos equivocamos y acabamos en el Buenavista Park, por lo que hicimos fotos a otras Ladies que parecían más bien meretrices. Tras mirar el mapa las encontramos en el Alamo Square.
Después nos fuimos al hotel que habíamos reservado la noche anterior, el Breeze Inn, en Oakland. Resultó que estaba lejos y en una zona de polígonos con muy mal aspecto, llena de prostitutas y mejicanos con no muy buena apariencia. Nos dijimos que teníamos que buscar un hotel diferente para los próximos tres días como fuera.
Fuimos a comprar algo de comida, pero a esa hora lo poco que había tenía el mismo aspecto que la zona en la que estaba nuestro motel. Acabamos en una especie de centro comercial, en el Popeye’s, donde toda la carne y en general toda la comida que se servía estaba doblemente frita, biennnnn...
martes, 18 de septiembre de 2012
Día 18. De Oaksdale a Merced.
Nos despertamos cerca de las 7.00 porque teníamos que recorrer aun unas 80 millas para llegar al parque nacional de Yosemite, uno de los platos fuertes del viaje.
Llegamos a la entrada cerca de las 10.00 (20 USD por vehículo para siete días) y preguntamos un par de cosillas en el centro de visitantes. Allí nos dijeron que los árboles más grandes se encontraban en tres puntos, entre los que estaban la Merced Grove y la Mariposa Grove. Fuimos a recorrer el primero en un circuito de 3 millas de longitud. No vimos muchas secuoyas, la verdad.
Después nos dirigimos a lo que la información que nos dieron llamaba “Yosemite básico”, un circuito que se hacía con el coche siguiendo una carretera de una sola dirección, en la que se podían ver las montañas más altas del parque, entre ellas el Gran Capitán, la roca de granito más grande de USA. Aprovechamos para bañarnos en el río Merced, para añadirlo a la lista de baños en fuentes públicas, lagos y océanos. El agua no estaba tan fría como esperaba.
Almorzamos en el Lodge, comida basura de buffet, y nos dirigimos a Mariposa, según nos dijo el ranger, a una hora y media en coche de la entrada por la que habíamos accedido al parque. Eran ya cerca de las 15.30 cuando empezamos el recorrido de unas 5 millas, pero realmente mereció la pena. Allí vimos multitud de secuoyas, entre ellas algunas con nombres propios como el “Giant Grizzlie”, la “Faithful Couple”, el “Telescope” y otras. Impresionante lo que este parque encierra.
Al salir del parque tuvimos otra mala experiencia con las gasolineras. Al intentar repostar, como de costumbre, nos mandó a la caja porque no aceptaba nuestra tarjeta. Le dijimos al dependiente que marcara 20 USD y nos dijo que repostáramos, quedándose con la tarjeta. Ni marcó ese importe ni leches, menos mal que el Chanquete paró antes, cuando ya llevábamos 30. Esperemos que esta sea la última vez que tengamos que entrar a una gasolinera.
Salimos ya a oscuras, con la intención de llegar a Modesto, pero eran ya las 20.00 y decidimos buscar alojamiento en Merced. Nos quedamos en el Ramada (87 USD), porque estábamos cansados.
Día 17. De Arroyo Grande a Oaksdale.
Nos levantamos más tarde que de costumbre, cerca de las 8.00. Volvimos a desayunar al café donde cenamos el día anterior, el CJ’s, pero no estaba nuestra amiga caminera, aunque sí nos encontramos con otra camarera que había hecho el camino de Santiago con ella. Había el mismo buen rollo y buen ambiente.
Comenzamos la ruta en la HWY-1 o CA-1, la carretera de la costa. La pena fue que la mayoría del tiempo había una bruma que no nos dejó disfrutar todo lo que esperábamos del impresionante paisaje.
Nos detuvimos en Morro Bay, en el muelle de San Simeone y en el parking del centro de visitantes del castillo Hearst, que no visitamos por falta de tiempo y porque cada una de las tres visitas que ofrecía costaba 25 USD.
Recorrimos igualmente el Big Sur, la zona más bonita de la costa. Recomendación: hay que ir con el depósito de combustible medio lleno porque la gasolina aquí está a 6,69 USD el galón, un robo.
Paramos para comer en un celebración de la Oktoberfest a la americana, pero había mucha cola, así que decidimos comer en un restaurante suizo una comida más que aceptable (30 USD). Antes de ponernos en camino compramos algo en el Walmart y repostamos gasolina (50 USD).
Los siguientes pueblos que visitamos de pasada fueron Monterey (llegamos hasta el muelle) y Santa Cruz, con mejor pinta que el anterior.
Tras esto pusimos rumbo a Oaksdale, un pueblo en las proximidades de Yosemite, al que llegamos cerca de las 20.00. Preguntamos en varios moteles y al final, como no, nos decidimos por el más barato, el Jerry’s (70 USD), que aunque al principio no tenía muy buena pinta, después resultó tener una habitación más que aceptable con frigorífico y microondas.
Día 16. De Los Ángeles a Arroyo Grande.
Este día lo podríamos titular “Los Ángeles Embotellado”. ¿Por qué no os compráis la mitad moto y así dejamos más espacio a los turistas que no tienen más remedio que ir en coche?
En primer lugar fuimos de nuevo a Rodeo Drive, porque el Chanquete quería recorrer una parte de esa calle andando y ver el Regent Beverly Wilshire, el hotel de “Pretty Woman”. A las 9.30 estaban las tiendas cerradas, pero no hacía falta que estuvieran abiertas para apreciar el lujo extremo desde el exterior. ¿Por qué habrá gente con tanto dinero? Y, sobre todo, ¿por qué no seré yo uno de ellos?
Después intentamos visitar la tumba de Marilyn, en el Westwood Memorial Park, pero el gps nos llevó a un sitio donde no había tumbas (¿).
Aquí vamos a hacer un pequeño paréntesis. Durante toda la ruta vimos un montón de veces como la policía paraba a conductores infractores, así que pensamos que no podíamos irnos de este país sin vivir esa experiencia. Ya antes de llegar a este país nos habían contado leyendas urbanas sobre policías locos que detienen tu vehículo a punta de pistola por llevar las luces apagadas y cosas por el estilo, así que allí estábamos nosotros para comprobarlo. Lo habíamos intentando todo: semáforos en rojo, giros prohibidos, rebasar las simples y dobles líneas continuas..., y nada. Pero resultó que el Chanquete se puso a hacer un giro antirreglamentario de nada, una minucia, vamos, atravesando dos carriles y estando a punto de colisionar con un vehículo, ¡justo delante de un coche de policía (después me dijo que los había visto antes de ponerse a hacer el giro – para matarlo)! Qué es lo que pasó, diréis, pues que nos pararon, obviamente. Menos mal que hablaron con el Chanquete y este les dijo que no sabía inglés (no tuvo que disimular). El policía llamó a su compañero que sí sabía algo de español. Nos pidió la documentación, nos regañó y nos dijo que esta vez nos perdonaba. ¡Misión conseguida! Fueron la mar de profesionales y correctos (el Chanquete seguía diciendo que no entendía por qué le habían parado...).
Tras esto nos encaminamos al downtown. Maldita la hora en la que decidimos ir allí. ¡Dos horas tardamos en hacer un trayecto de 9 millas! Al final resultó que había habido un accidente con un autobús volcado, por lo que habían cortado el acceso al centro. Dejamos el coche en un parking público sobre las 12.00 (2 USD cada 20 minutos) y empezamos a hacer el recorrido de un día que recomendaba la información que teníamos. Lo hicimos en dos horas. Con razón te aconsejan no visitar el downtown de LA por la noche, yo añadiría que cuidadín también por la mañana. No dejéis de verlo, pero si queréis ver otra cosa que os interese más, a ello. Es una pena cómo una ciudad ha dejado abandonado de esa forma su corazón. La calle Broadway está llena de edificios abandonados y ruinosos, y de comercios cutres y sucios de inmigrantes. Solo se salva el edificio Bradbury, una joya en medio de la miseria. Entrad a ver su atrio y quedaréis maravillados. Recorrimos la Grand Ave. y subimos al mirador del ayuntamiento. El resto totalmente prescindible.
Después fuimos a hacernos la fotografía en el final real de la Ruta 66 (otro final más), situado en la intersección de los boulevares Lincoln y Olympics. Un lugar nada pintoresco. Como no podíamos dejar el coche en ningún lado la hicimos desde el interior del coche.
Tras la fotografía nos esperaba otra hora más de atasco. Cómo puede haber tantos coches en una misma ciudad. Desesperante.
Pusimos rumbo a San Luis Obispo por la carretera de la costa, la US 101, que después pasa a ser la HWY 1, una vez atraviesas Santa Bárbara. Diremos que al dirigirnos a esta ciudad para ver qué ofrecía (nada), nos desviamos de la carretera de la costa y el gps nos condujo por las montañas (no lo hagáis, porque la parte que vimos de la carretera de la costa era mucho más interesante).
Pasamos por un montón de pueblos, todos con nombres de santos: Santa Ana, Santa Rosa, Santa Clarita, San Antonio,...
Nos quedamos a dormir en un motel de Arroyo Grande, por 55 USD una habitación con dos camas. El hombre del motel, un indio que en su país era profesor de historia americana (pero en su lengua, como nos dijo) y que había llegado aquí hacía 17 años, nos rebajó el precio porque le caímos bien.
Cenamos en un café que encontramos cuando íbamos al Walmart para comprar la cena, donde nos pusimos las botas con un New York Steak. La camarera era muy maja y estuvo hablando con nosotros porque decía que quería aprender español. Había hecho el camino de Santiago este verano, pero tan solo había salido una vez de California, para ver el Gran Cañón. Mañana volveremos a desayunar.
Día 15. Los Ángeles.
Volvimos a desayunar al café OP, el mismo del día anterior, y esta vez pedimos el 2+2+2, es decir, dos huevos, dos pancakes y a elegir entre 2 lonchas de bacon, jamón o dos salchichas. Entre las 7 y las 9 costaba 3,99 USD. Aparte del precio, la camarera era un encanto en todos los sentidos.
Ese día tocaba los estudios de la Universal (72 USD sin impuestos), que para el que no lo sepa no solo son los estudios, si no que también encierra un parque con atracciones basadas en las películas producidas por la Universal. Este año se cumplía el centenario de estos estudios.
Antes de acceder al parque echamos gasolina. Lo de echar gasolina
en este país se está convirtiendo en toda una odisea. O la máquina te carga 150 USD en la tarjeta porque sí, como nos pasó en Texas, cuando solo has repostado 63 USD, o sigues las instrucciones del surtidor y de allí no sale ni gota, o te pide el surtidor el código postal para repostar y al final resulta imposible. Esta vez era que la compañía en concreto no dejaba pagar con tarjetas que no fueran estadounidenses, así que tuvimos que pagar en efectivo (60 USD).
Empezamos a las 10.00 con la atracción de Jurasic Park y acabamos con la de Terminator 2 a las 17.00, cuando cerraba el parque. Son 12 atracciones/espectáculos, algunos de ellos en 3D, y como te duermas en los laureles no te da tiempo a entrar en todas. De lo mejorcito fue la de Transformers, la de la Momia, la de Waterworld y la visita interactiva a los estudios, de una hora de duración, y muy completa porque te van enseñando, montado en un tren, los estudios y escenarios donde se han grabado muchas series y películas; una parte de esta es la de King Kong en 3D. No os lo perdáis porque os gustará, y si la queréis hacer en español, hay una hora específica para ello, las 12.15. Consejo: si vienes o vas a una boda emperifollada y con moño, no te montes en primer lugar en la atracción de Jurasic Park. Además nos hicimos fotos con Marilyn Monroe, Bart, Hommer y Lisa Simpson; y hasta con... ¡¡Bob Esponja!!
Después nos fuimos a pegarnos el baño oficial en el Pacífico, cerca del muelle de Santa Mónica, y volvimos a ver el atardecer. El agua estaba muy buena, pero llena de algas.
Para cenar compramos ensaladas en un supermercado por 9 USD cada una.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Día 14. Los Ángeles.
Desayunamos en un café próximo al hotel, en el boulevar Ocean Park, yo, comida sana (qué fácil es encontrarla en esta ciudad) y el Chanquete pancakes.
Decidimos visitar los sitios en coche, como recomendaba la información que teníamos, y al final resultó ser un acierto. El primer destino fue el paseo de la fama, donde nos entretuvimos de lo lindo buscando y encontrando estrellas de actores, músicos y otros artistas. Aparcamos en un estacionamiento público en la calle Vine (10 USD). Recorrimos viendo las estrellas tanto de esta calle como del boulevar de Hollywood. Descubrimos que las de los actores más conocidos se encontraban próximos al teatro Chino y al teatro Dolbi (antiguo teatro Kodak, el de la ceremonia de los oscars), así que supusimos que esta gente las va cambiando y acercando a los puntos calientes según les conviene, porque no tiene sentido que la estrella de Scarlett Johanson (y no tengo nada contra este angelito del cielo) esté en todo el meollo y las de otros grandes actores como Katharine Hepburn, no.
En el teatro Chino vimos las huellas de pies y manos de unos cuantos actores. Pensábamos que habría más, no las 40 o 50 que como mucho había. Allí estaban las de Marilyn Monroe, Sean Connery y... Jennifer Aniston (no digo nada).
Lo que sí comentamos es que pensábamos que el boulevar de Hollywood iba a tener más glamour, pero resultó estar en un barrio de lo más corrientucho.
Después nos fuimos a hacer la foto típica con el cartel de Hollywood. En primer lugar desde la calle Vine, después desde el observatorio Griffith y por último, el mejor sitio al ser el más cercano, en el 6272 de Mulholand Highway.
Almorzamos en Santa Mónica, en un restaurante situado en la calle Main, relacionado con los bomberos. Allí volvía a haber comida sana, yo (y el Chanquete por equivocación) me pedí uno de los “body builders” con pasta y pechuga de pollo.
Habíamos estacionado el coche en una zona de aparcamiento gratuito a partir de una hora concreta, así que nos fuimos a recorrer Venice Beach. Una pasada, me encantó el ambiente un tanto decadente y alternativo, lleno de músicos y artistas de lo más variopinto. Desde el que te intentaba vender su música hasta el que tenía a un perro tumbado en una hamaca en ropa interior y con las uñas pintadas, con el tanga lleno de billetes de dólar. Había hasta gimnasio de pesas al aire libre. Llegamos hasta el Venice Canal Walk, que me gustó aún más. Es un barrio surcado de canales y atravesados por puentes de madera que al parecer era un antiguo parque de atracciones, pero que hoy tiene que ser residencia de gente adinerada, teniendo en cuenta las casas y la decoración que se podía ver.
Luego fuimos en coche al Pier de Santa Mónica, para mí mucho más auténtico que el de Chicago, y vimos la puesta de sol desde la playa sobre las 19.00, junto con un montón más de gente. Hacía frío, era tarde y no me había llevado la toalla, así que no me bañé, pero queda pendiente.
martes, 11 de septiembre de 2012
Día 13. De Las Vegas a Los Ángeles.
Después de desayunar en la habitación nos fuimos a consumir las dos invitaciones que nos dio el hotel. Le cedí mi café al Chanquete, porque el pobre por la mañana lo necesita.
Pusimos rumbo a Los Ángeles. Hicimos una parada en el Peggy Sue’s, una cafetería de 1954 situada en la Ruta 66, antes de San Bernardino, muy bien indicada, que no os podéis perder. Yo me pedí un plato de jamón asado con piña que estaba muy bueno. Además, las tartas son increíbles.
Después llegó el momento cumbre del viaje: la visita en la ciudad de San Bernardino al primer restaurante McDonald’s que se abrió, en 1948. Imaginaos, yo, allí... lo siento, pero es que me emociono con solo recordarlo. ¡Las cosas que recomiendan hacer estos americanos! Resultó ser un museo donde ya no se servían hamburguesas, que estaba cerrado.
Llegamos a la intersección de la avenida Santa Mónica con Ocean, punto oficioso que marca el final de la Ruta 66 con una placa homenaje a Will Rogers, cerca de las 17.00. ¡Por fin, yijaaaa! Después aparcamos correctamente el coche y fuimos andando hasta el que creímos punto real del final de la Ruta 66, que nuestra guía indicaba como la calle Olympic. Pensamos que era la intersección del boulevar Olympic con la calle Main, pero después de consultar el mapa ese mismo día por la noche resultó que era la intersección de los boulevares Olympic y Lincoln.
Una vez más diré, que si conseguimos atravesar la ciudad de LA fue gracias a la inestimable ayuda de nuestro gps. Sin él no lo habríamos logrado. Como no teníamos motel, nos pusimos a buscar uno para esa noche. El primero al que nos dirigimos fue al Venice Beach Cotel (60 USD ¡por persona!). Estaba situado en el barrio de Venice, evidentemente, que resultó ser residencia de gente alternativa (vamos, perrifláuticos) que no nos gustó nada. Y encima era caro.
Acabamos en el Ocean Park Hotel (35 USD por persona en una habitación doble con baño compartido). Simplemente correcto. La única pega es que el recepcionista me dijo que la playa estaba a una milla, y resultó estar a 25 minutos corriendo.
Día 12. Las Vegas.
Nada más despertarnos nos fuimos a hacernos la foto de rigor con el cartel de entrada a Las Vegas. Al llegar, para mi asombro, había incluso cola y una chica que las hacía cobrando propina. Esta ciudad no deja de sorprenderme…
Después nos fuimos a ver tres casinos que no habíamos visto el día anterior, el París París, el Montecarlo y el Bellagio. Eran las 12.30, pero esta vez no hubo espectáculo de las fuentes del Bellagio.
Almorzamos comida sin sustancia en el Pink’s y nos fuimos a descansar al hotel. Después de una siesta de un par de horas que agradecimos como un chorro de aire helado en los más de 40 grados de Las Vegas, bajamos a la piscina del hotel, donde contemplamos el espectáculo de lucha libre de los guiris borrachos, bebiendo dentro de la piscina.
Al final decidimos ir a ver un espectáculo del Circo del Sol, así que a eso de las 19.30 cogimos el autobús que recorre el strip, the deuce, por 7 USD para 24 horas y 5 USD para dos horas, con parada delante de los casinos, y nos fuimos al Bellagio a ver el espectáculo nocturno de las fuentes. Escuchamos dos canciones, las dos de Frank Sinatra (que sumamos a la de Faith Hill “This Kiss” y Michael Jackson “Billie Jean”), pero nos hubiésemos quedado a escuchar otras dos más si no es porque el espectáculo de “Le Reve” del Circo del Sol empezaba a las 21.30. Lo repito, las fuentes son de lo mejor y lo único que salvaba de Las Vegas... hasta que vimos “Le Reve”.
Ya la entrada al casino donde se ofrecía, el Winn, prometía. Al parecer este casino es de lujo, y nada más entrar en él te das cuenta que sí. Sacamos la entrada justo antes del espectáculo (123 USD, porque podría haber alguna salpicadura de agua – apenas unas gotas), algo cara pero el espectáculo bien lo merece. No diré más, id a verlo y no os decepcionará.
Tras esto bajamos al downtown. Comimos en el “Heart Attack Grill”, un sitio super curioso que nos recomendó nuestro amigo Alexandro, ambientado como un hospital en el que tienes que comer cuanto más mejor. De hecho aquellos que pesen más de 350 libras (unos 160 kilos) comen gratis. Te ponen un camisón como de hospital y si no te lo comes todo las camareras/enfermeras te azotan. Yo fui bueno y me lo comí todo, aunque después me arrepentí, porque Jimmie tenía dos amiguitas que... ñam ñam.
Si para mí Las Vegas es casposa, el centro ya no os cuento. De pena. Majaras, borrachos,... Había dos haciendo de piratas del caribe y si te hacías una foto con ellos la mujer te enseñaba las tetas (una talla 110 a ojo).
Al final esa noche no hubo Sapphire.
Día 11. De Williams a Las Vegas.
Nos despertamos en Williams sobre las 6.00 y desayunamos café con galletas y una especie de donuts aplastado, muy acorde con el sitio.
Hicimos una parada en Kingman para que el Chanquete desayunara. De esta ciudad sólo hay que mencionar una locomotora antigua y un puesto de souvenirs lleno de flores y de estatuas oxidadas de metal que vimos desde el coche.
Pasamos cerca de la presa Hoover, pero no pudimos ver su muro de contención porque estos americanos han sobreelevado los paramentos del puente. Si se creen que así vamos a visitar una presa van listos. ¡Que nosotros tenemos el pantano del agujero, chavales!
Nos dirigimos directamente al aeropuerto para cambiar nuestra montura. No nos pusieron ningún problema, todo muy rápido y sin hacer ningún tipo de preguntas. Ya dijimos que en Two Guns habíamos descubierto que tenía un clavo en su pata trasera derecha, pero es que de camino a las Vegas aparecieron dos avisos más de mantenimiento, uno por el nivel de aceite y otro por el filtro. Tami estaba en las últimas.
Al final le sacamos a National medio tanque de combustible, porque devolvimos el coche con medio tanque y el que nos dieron estaba lleno. Nuestra nueva montura es de la raza Chevrolet Impala, de color rojo. Siempre te recordaremos Tima, has sido un buen caballo, ahora estarás en la reserva de coches, corriendo libre a no más de 65 millas por hora, eso sí.
Hicimos el check in en el Luxor, que habíamos reservado el día anterior, donde ningún mozo nos aparcó el coche, que ya sabemos hacer eso solitos. Al final pagamos por la habitación 150 USD por dos días, porque te meten un cargo de 20 USD por persona por acceder a la sala de fitness, por dos bebidas gratis y por una conexión rápida a internet en la habitación que no podemos utilizar porque no tenemos cable. Unos listos, vamos. Diremos además que en la habitación no hay nevera ni conexión wifi, así que subimos nuestra nevera portátil, no sin antes perderme en el camino para llegar al parking del coche y encontrarme con gente perdida igualmente que te preguntaba desesperada por la salida. El parking estaba situado detrás del hotel, como en todos los casinos, y era gratuito.
Comimos algo en la habitación y sobre las 14.00 nos fuimos a recorrer Las Vegas. No voy a contar mucho porque para mí no hay mucho que contar. Cada casino tiene su parte de hotel, su área de juego y su zona comercial. Visto uno, visto todos. Lo único que me gustó fue el espectáculo de la fuente del Bellagio. Yo no opino igual, (Chanquete) esto está genial.
Nos fuimos a descansar al hotel sobre las 19.00, a la misma hora a la que habíamos quedado con Alexandro, con el que nos encontramos en el Sporting House (30 USD). Después nos fuimos los tres a ver el espectáculo del Treasure Island, que al menos mereció la pena por ver a tías moviendo el culo.
No llegamos al espectáculo de las fuentes del Bellagio de las 00.00, el último pase, así que decidimos verlo el día siguiente. A la vuelta paramos en un bar del Cosmopolitan que no tenía mala pinta, pero que abandonamos porque había mucha gente y tardaban en servirnos. Al final entramos en el Coyote Ugly (5 USD con el flyer que nos habían dado ese día) y nos tomamos una Corona (7 USD). A mí me gustó, aunque las camareras que bailaban en la barra no podían compararse con las que aparecían en los vídeos de publicidad, y menos con mis dulces malagueñas, ummm oma que ricas. Mereció la pena ver a guiris arrítmicas bailando poseídas, morreándose de lo lindo y quitándose la ropa interior. No voy a describirlas físicamente para no destrozaros vuestros sueños eróticos.
Nos acostamos cerca de las 2.00.
Día 10. De Flagstaff a Williams.
Llegó el día de la visita al Gran Cañón, sin duda uno de los platos fuertes del viaje. Nos despertamos antes de lo normal, sobre las 6.00, para adelantar camino y llegar pronto al centro de visitantes. Comimos en el motel un desayuno más que aceptable, incluso con donetes de azúcar y de chocolate, y nos pusimos en marcha sobre las 7.15, después de echar gasolina (53 USD) en una estación de servicio de la compañía Mobil, en la que nos dijeron que el descuento ofrecido con la entrada del Meteor Crater sólo era válido en la estación próxima a ese lugar.
Llegamos al Gran Cañón sobre las 9.00. Pagamos los 25 USD por vehículo para entrar en el South Rim (que sirve para los siguientes cinco días) y nos dirigimos al centro de visitantes. De allí nos fuimos al Mother Point para tener el primer contacto con el impresionante cañón. Este espectáculo de la naturaleza no se podría explicar bien con palabras y ni siquiera con imágenes, hay que verlo.
Antes de que hiciera más calor nos fuimos a hacer el Bright Angel Trial, una ruta de senderismo que baja hasta el fondo del cañón, pero para la que hay que invertir dos jornadas, porque la ida y la vuelta son en total 40 kilómetros. Bajamos hasta el segundo punto. En subir y bajar invertimos un total de dos horas y 20 minutos para los casi 10 kilómetros de recorrido, más o menos lo mismo que decía la información de la visita que se necesitaba solo para bajar. ¡Somos unos campeones! En el camino se veía a la gente que subía bastante sofocada y cansada y lo cierto es que cansa algo, pero no tanto. Sí hay mucho polvo, así que no está de más llevarse un pañuelo para la boca.
Después cogimos el autobús de la ruta roja y nos bajamos en la última parada. De allí fuimos andando hasta dos puntos de observación más allá, dirección al centro de visitantes, y de aquí nos marchamos a buscar un sitio para almorzar a la Market Plaza, pues ya eran las 16.00 y el esfuerzo del día hacía que nuestros estómagos rugieran como coyotes.
Almorzamos en un sitio corrientucho y de allí nos fuimos a ver la puesta de sol, porque ya no nos daba tiempo a coger el autobús de la línea amarilla para que nos dejara en el punto más alejado, como habíamos hecho con la roja.
Decidimos ir al Yavapai Point y tuvimos la gran suerte de que un tío en un Chevrolet Camaro descapotable de color amarillo espectacular nos pidió que le indicáramos el camino a ese lugar y después de hacerlo se ofreció a llevarnos. Con él, un belga que se llamaba Alexandro, y con un montón de franceses, disfrutamos del maravilloso espectáculo de ver el atardecer en el impresionante Cañón del Colorado. Algo que hay que vivir al menos una vez en la vida. De hecho este momento me gustó infinitamente más que el recorrido que hicimos por los diferentes puntos del cañón.
Salimos del parque sobre las 19.30 totalmente a oscuras, y digo a oscuras porque no había ni una sola farola que nos alumbrara el camino, y llegamos sobre las 20.15 a Williams. Nos quedamos en el motel Route 66 Inn (57 USD), un sitio barato y nada más. La mujer nos comentó que todos los españoles preguntábamos si había desayuno.
De la visita al Gran Cañón diré que el tiempo que tarda cada uno de los autobuses de las tres líneas en completar el recorrido es de 50 u 80 minutos, así que hay que elegir los puntos de observación con antelación y con cabeza. Nosotros recomendamos no perderse el Pima Point, de la ruta roja, el que más nos gustó de los que vimos porque se disfruta de una amplia panorámica del cañón y se pueden ver hasta tres tramos diferentes del río colorado. No merece la pena en la mayoría de los sitios desplazarse andando de un punto de observación a otro, porque los árboles del recorrido (porque sí, hay árboles) no te dejan disfrutar de la vista del cañón.
Día 9. De Gallup a Flagstaff.
El día comenzó con la visita al parque nacional del Desierto Pintado y del Bosque Petrificado (10 USD por persona). Entramos a las 9.30 y salimos cerca de las 14.00. Nos encantó a pesar de que fue una visita larga, pero si te vas parando en todos los puntos de observación y haces casi todos las rutas como nosotros no queda otro remedio. Aun así se nos pasó el tiempo volando. La única pega es que al final comenzó a llover y la parte del final del bosque petrificado tuvimos que acortarla. Es un parque que no hay que perderse.
Lo único que no me gustó fue que no paraban de recordarte que no se te ocurriera sacar del parque ninguna roca, porque eso perjudicaría el futuro del parque, informándote que mensualmente desaparecía una tonelada, pero cuando llegas a Holbrook te das cuenta de que todo está lleno de rocas del bosque petrificado, incluso hay venta al por mayor. ¿Entonces quién está acabando con el parque, los turistas o el negocio de venta de rocas?
Entramos en el pueblo de Holbrook para ver el primero de los hoteles con los tepees de cemento de la ruta, el Wigwam Village (el otro está en Kingman), y decidimos almorzar en el café “The Wayside”, una comida mitad americana mitad mejicana que nos encantó (23 USD). Además la dueña, que hablaba español, fue muy amable y nos hizo unas cuantas recomendaciones. Entre ellas que visitáramos la ciudad de Sedona y el parque “Slide Rock State Park”. Ninguna de las dos cumplimos por falta de tiempo.
No entraba en nuestros planes pero al final decidimos visitar el Meteor Crater (16 USD). Lo sé, una turistada. Pero cuándo y dónde vas a ver tú un cráter de meteorito si no es aquí en Arizona. Lo hicimos, nos gustó, pero no repetiríamos.
La penúltima parada que hicimos ese día fue en Two Guns, las ruinas de un puesto de comercio típico de la Ruta 66 que refleja muy bien la historia de la ruta. Allí nos dimos cuenta de que nuestra montura, Tima, tenía un tornillo alojado en la pezuña de su pata trasera derecha. Pobrecilla, había recorrido más de 1500 millas sin protestar. Desde el segundo día nos avisaba de que teníamos que revisar los neumáticos, pero pensamos que era que recomendaba cambiarlos, porque les echamos un vistazo y no vimos nada. Enfilamos para Flagstaff raudos y veloces para solucionar lo de la pezuña, pero resultó que la oficina de National no estaba donde decía nuestro gps.
Decidimos quedarnos en Flagstaff en vez de en Williams, porque al recorrer el centro lo vimos muy animado, y eso en la ruta 66 era la primera vez que nos pasaba. Además, no os quedaríais en un pueblo en el que nada más entrar os encontráis con el Delorian...
Nos alojamos en el Knights Inn (60 USD en efectivo – al principio nos pidió 69 sin impuestos pero le pusimos cara de pena y regateamos) y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Nos encantó. Gente de marcha, espectáculo de tambores en la calle y hasta vimos cómo surgía la chispa del amor adolescente. Una chica de no más de 15 años se acercó por dos veces al escaparate del bar donde nos tomábamos una copa para saludarme con la mano y sonreírme mientras sus amigos la fotografiaban. Si es que vamos rompiendo corazones allá por donde pasamos.
Con el rollo de no haber cenado, la cerveza y el mojito se me subieron y al final llegué al motel a trompicones.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Día 8. De Tucumcari a Gallup.
Nos despertamos a la misma hora de siempre y desayunamos en el porche de nuestra habitación. El perro del dueño, un precioso labrador, nos hizo compañía durante el mismo. Aunque creo que era más por nuestro querido bocadillo de pavo, que por acompañarnos.
Salimos a las 8.00 y decidimos seguir el antiguo trazado de la ruta, para darnos cuenta, después de unas 3 millas, que acababa en una finca privada. De todos modos habíamos dicho que queríamos hacernos unas fotos en un tramo abandonado y así fue.
Nuestro primer destino fue el pueblo de Santa Rosa. Justo antes paramos en el Route 66 Auto Museum (5 USD), pero nos quedamos en la tienda de regalos, porque la colección de coches que tenía no nos interesaba mucho. Tras esto pusimos rumbo a Santa Rosa, que resultó, como casi todos los pueblos por los que pasamos ese día, no tener el más mínimo interés. Buscamos el Blue Hole, una especie de poza-lago profundo, de aguas cristalinas (según la guía), donde muchos submarinistas practican buceo. Seguimos las indicaciones de un lago, pero no dimos con el Blue Hole. Con este calor seguro que se ha evaporado y por eso no lo encontramos por ninguna parte.
El siguiente punto a visitar era el pueblo de Santa Fé, que realmente no se encuentra en la ruta 66. Solo estuvo en los primeros años y después desviaron la ruta por otro lugar. Es uno de los destinos de vacaciones más importantes de los EEUU, así que supusimos que merecía la pena. Al llegar nos dimos cuenta de que puede que en un pasado lejano tuviese su encanto, pero en la actualidad ese encanto era artificial. Nos dimos una vuelta de una hora y media por el pueblo, plagado de tiendas de todo tipo de artículos y de galerías de arte, más de 200, y comimos sobre las 12.00 en el Café Pasqual’s, un sitio de comida orgánica recomendado por la guía (36 USD). Yo me pedí un plato de carné con verduras que estaba muy bueno, aunque el Chanquete decía que los pancakes no estaban como los del Lou Mitchell’s, porque les faltaba algo de aceite, grasa y mantequilla.
Echamos gasolina (31 USD) y nos dirigimos hacia Albuquerque, la ciudad más grande del estado de Nuevo Méjico, donde se celebra la exhibición de globos aerostáticos más grande del mundo.
De camino entramos en el pueblo de Los Lunas, y de la misma forma salimos. Otro lugar que no tenía nada que ofrecer.
El interés de Albuquerque se reduce a un pequeño tramo de su calle principal donde se encuentra una tienda de productos indios y el teatro Kimo. Entramos en la tienda pero no compramos nada, solo hicimos el indio.
Lo mejor del día, sin duda, fue el cambio del paisaje de la ruta. Aparecieron las primeras montañas y mesetas recortadas. Antes de llegar a Gallup, la ciudad donde dormiríamos esa noche, pudimos disfrutar desde la interestatal del Red Rock State Park, suponemos que un espectáculo introductorio al Gran Cañón.
Llegamos a Gallup sobre las 18.00, más pronto que nunca, pero no queríamos adelantar camino para cuadrar el resto de las etapas y la visita al Gran Cañón.
Preguntamos en el motel del hotel El Rancho, que tenía muy buena pinta (66 USD), con un hall espectacular, pero solo ofrecía wifi en la recepción. Al parecer en este hotel se alojaban todas las grandes estrellas que venían a rodar películas en este lugar. Acabamos en el motel El Capitán (56 USD).
Vi la ciudad de Gallup corriendo y resultó ser como el resto de ese día. Muchos locales vacíos y nada que ofrecer.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Día 7. De Oklahoma City a Tucumcari.
Nos despertamos sobre las 7.00 y nos fuimos a desayunar lo que ofrecía el motel. Básicamente cereales azucarados, leche, café y magdalenas.
Después nos fuimos a recorrer Oklahoma City con el coche, porque tampoco tenía mucho que ofrecer. Acabamos visitando el memorial a las víctimas del atentado de 1995 en el que murieron 168 personas. Allí utilizamos el parquímetro por primera vez, 30 minutos por 25 centavos.
Como recomendaba la guía, en el pueblo de Hydro nos desviamos hacia el trazado de la Ruta 66, por el que recorrimos un paisaje diferente entre granjas.
Tras esto nos dirigimos a Clinton, para visitar su museo (5 USD). Aquí diremos que no entiendo por qué en este país te ofrecen firmar el libro de visitas antes de hacerla, cuando no puedes dar ninguna opinión sobre si te ha gustado o no. El museo nos gustó mucho, realiza un recorrido preciso desde la creación, el abandono y el estado actual de la Ruta 66, con canciones que puedes escuchar en cada sala y reproducciones de vídeo. Además entre las múltiples fotografías se reconocen muchos de los sitios por donde ya hemos pasado. En la tienda de recuerdos compramos una taza, dos placas de la ruta y yo la guía E-Z que no encontré en Chicago (41 USD).
Paramos para nuestro habitual brunch en el Jiggs Smoke House, una pequeña cabaña de madera situada a la salida de Clinton. Las especialidades eran una auténtica guarrería imposible de describir (17 USD). Mirad las fotos. Una mujer sentada en una mesa de al lado nos dijo que había sido incapaz de comérselo todo, y estos están acostumbrados desde pequeñitos.
Tuvimos la gran suerte de que al llegar al pueblo de Erick, para visitar la tienda de los Mediocre Music Makers, Harley habría en ese momento el negocio. Harley resultó ser un colgado muy simpático que te entretiene contándote historias y metiéndose contigo. Anabelle, su mujer, no estaba por allí, y me dio reparo preguntarle si había fallecido, porque en uno de los blogs se decía que había caído enferma. La visión del pueblo era muy decadente, puesto que gran parte de los negocios se encontraban cerrados. En ese momento hacía 40 grados. Decidimos abandonar el pueblo de Erick por la Ruta 66, y fue todo un acierto. Éramos los únicos que recorríamos su trazado desdoblado de cuatro carriles. Así llegamos a la frontera con el estado de Texas, pasando antes por el pueblo abandonado de Texola.
Seguimos por el trazado antiguo de la ruta hasta Shamrock, donde visitamos la antigua estación Art Decó de la petrolera Conoco, la que sale en la película de Cars como el taller de los italianos.
Continuamos en la interestatal hasta el pueblo de Groom, donde paramos a ver la torre de agua inclinada. Esta gente no quiere saber nada de Europa, pero en cuanto pueden encontrar algo parecido a lo que aquí tenemos no veas cómo lo intentan vender.
De camino a Amarillo comenzó a llover y a granizar. Paramos para echar gasolina (64,04 USD, aunque realmente al Chanquete le cargaron 150 USD, cosa que no le preocupó en absoluto). Volvimos a la gasolinera para solucionar lo de la tarjeta y nos dijeron que no nos preocupáramos, que se solucionaría solo.
Llegamos al Big Texan Steak Ranch a las 17.30, sin mucha hambre después del sándwich "ligerito" de Clinton. Nos pedimos dos especialidades de la casa con sus respectivos dos acompañamientos, cómo no (47 USD). Por cierto, le dije que me cargaran directamente la propina y lo hicieron, ¡un 18%1
Fuimos a ver el Cadillac Ranch... desde lejos. Porque con la que estaba cayendo, como se encuentra en mitad de un terreno, era imposible acceder a él debido al barrizal. ¡Una pena!
Decidimos enfilar para el Midpoint Café, el bar situado en la mitad de la Ruta 66. Al llegar estaba cerrado (lo hacía a las 16.00) y por allí no había ningún sitio donde quedarse a dormir, así que la única opción fue continuar el camino hacia Tucumcari, “Antoñita Mari” para los amigos.
Por suerte había plazas libres en el motel Blue Swallow, muy recomendado por guías y blogs, así que nos quedamos allí (60 USD si pagas en efectivo), porque tenía el encanto de los viejos moteles de la ruta, todo iluminado con luces de neón.
martes, 4 de septiembre de 2012
Día 6. De Cuba a Oklahoma City.
Pusimos esta vez el despertador a las 7.00, para intentar recuperar el tiempo que perdimos ayer levantándonos algo tarde. El experimento de dormir juntos parece que salió bien. Hubo respeto mutuo y nada de besitos en la nuca ni caricias. Pero aún quedan muchos días y mira cómo acabaron los vaqueros de Brokeback Mountain.
La primera parada fue para echar gasolina, 16,57 galones por 61,63 USD (un galón en USA son 3,7 litros).
El primer destino fue el pueblo artificial de Read Oak II, al cual llegamos gracias a la ayuda inestimable de nuestro gps, porque no está indicada la salida desde el trazado antiguo de la Ruta. El desvío se encuentra justo antes del pueblo de Carthage, junto a una nave que vende propano embotellado. Se trata de un pueblo artificial en el que un hombre del cual no recuerdo el nombre se dedicó a construir con piezas y artículos de diferentes lugares la imitación de su pueblo de origen. Una casa por aquí, un coche viejo por allá y así hasta completar la aldea. Tiene su encanto, la verdad. Hay que verlo.
Después salimos por el tramo antiguo de la Ruta 66, recorriéndola un par de millas hasta llegar a la interestatal, tramo que recomendamos hacer. La primera parada fue en Carthage, un pueblo donde al parecer se había rodado parte de la película "Regreso al Futuro". Como somos unos grandes fans de esa peli, fuimos hasta allí y localizamos la calle donde se había rodado la escena de la caída del rayo en la iglesia y las huellas de fuego del Delorian. De hecho aun se podían ver las marcas. Para confirmar que no nos equivocábamos de calle le preguntamos a una ciudadana y nos dijo que no le sonaba que se hubiera rodado allí. Evidentemente, nos engañaba.
Fuimos a comer a un sitio de bocadillos que recomendaba nuestra guía, el Carthage Deli, en la Main Street, un sitio ambientado con sándwiches y batidos variados. Al ser jueves nos regalaron un brownie cubierto de una guarrería rosa. Más calorías para la buchaca. Es que te obligan a comer. No sabemos si vamos a poder soportar esta presión constante de azúcar para nuestros cuerpazos.
Le pregunté a la camarera cuál era la calle donde se había rodado la película y nos dijo que esa información no era verdad, que alguien lo había escrito en una guía pero que no era cierto. Después de terminar de llorar y recuperarnos del mal rato de que no se había rodado allí la mejor película del mes de julio del año 1987, nos levantamos como hombres y nos reconfortamos mutuamente; la vida sigue. Menos mal que nadie nos vio haciendo el tonto, fotografiando un ayuntamiento que no ha salido ni en el periódico del mismo pueblo.
Tras esto compramos en un Walmart provisiones para el camino. Algo de comida sana o al menos que no se haya frito tres veces seguidas. Y de allí nos fuimos a encontrarnos con nuestro amigo Mate, en Galena, ya en el estado de Kansas. La mujer de la gasolinera invitaba a agua y café. Ese día hacía 40 grados y se agradecía.
Durante todo el día estuvimos recorriendo alternativamente la interestatal y la antigua Ruta 66 conforme nos iba pareciendo. Como curiosidad diremos que hemos visto a camiones apareándose y a una múltiple variedad de fauna... atropellada: armadillos, mapaches y zarigüeyas. Otra cosa, o los neumáticos son defectuosos por sistema en este país o esta gente tarda en cambiarlos, pero la carretera está plagada de restos de ellos después de que revienten las ruedas.
Llegamos a Catoosa sobre las 16.00, ya en Oklahoma, para ver la Blue Whale. Allí hicimos un picnic bajo los árboles. No te puedes bañar ni pescar, pero el sitio no deja de ser curioso.
La siguiente parada fue en el Rock Café de Stroud, que estaba cerrado porque solo abría de 7.00 a 15.00. Y dicen que los andaluces somos vagos.
Nos encaminamos a Oklahoma City, la que iba a ser la última parada, y antes de llegar nos paramos en una zona de moteles. Preguntamos en el Economy Inn y nos quedamos con una habitación por 48,69 USD que estaba bien para ese precio, con nevera, microondas y desayuno frugal incluido.
lunes, 3 de septiembre de 2012
Día 5. De Springfield a Cuba.
Al final sobrevivimos al motel cutre y nos despertamos sanos y salvos sobre las 8.30 sin ser violados o asesinados.
Decidimos tomarnos un café en el Cozy Dogs de Springfield, típica salchicha empanada, rica en todo tipo de nutrientes y colesterol, pero resultó que estaba cerrado, así que compramos pan y embutido en un CVS, por cierto un supermercado con una variedad de género reducida (en mi nevera tengo más variedad). Compramos algo de embutido, unos batidos y desayunamos en el aparcamiento al estilo american-parking.
Después nos fuimos a ver Springfield. Como era festivo todo estaba cerrado, pero le echamos un vistazo a su parlamento, a la biblioteca de Lincoln y también a su tumba. No pudimos comprarle flores, espero que nos perdone. Le tocamos la... nariz, que dicen que trae suerte, y nos fuimos. Increíble, pero nos encontramos otro desfile de vehículos de todo tipo y de gente que repartía caramelos y poloflanes. Qué afortunados que somos...
Por el camino el Chanquete se acordó de que se le había pasado ver el tercer Muffler, el de Springfield. Como castigo no me dejó ver la estatua de Nuestra Señora de las Autovías. No es coña, existe una virgen así por aquí; americanos...
Decidimos parar para tomarnos un café en el Ariston Café de Litchfield, pero resultó que estaba cerrado, así que fuimos al que estaba al lado. Otra vez gente desayunando comida grasienta a mansalva; ole las calorías buenas. Nos pedimos una tortilla de jamón y nos dieron a elegir varias opciones de acompañamiento. Elegimos un pancake y un revuelto de lo que parecía patata blanca. En este país hay que comer sí o sí. Yo me pedí un hot cocoa, que resultó ser un chocolate algo líquido que estaba bueno (todo por 11 USD).
En esta zona los tramos de la Ruta 66 que aún sobreviven discurren en paralelo a la I55, por lo que no merece la pena seguirla a rajatabla a una velocidad más reducida, cuando se ve el mismo paisaje.
Tuvimos que dar alguna vuelta que otra para visitar el Chain of Rocks Bridge, porque había obras en la interestatal que conducía a él, pero al final dejamos el coche en la orilla de Illinois y lo atravesamos andando hasta la orilla de Misouri. Una vez más me alegro de haber comprado el gps.
Llegamos a St. Louis sobre las 15.00. Por suerte el Gateway Arch estaba abierto, así que dejamos el coche en una zona de aparcamiento que había justo en la ribera del río (4 USD) y subimos a la cima del arco (10 USD). Te meten en una especie de cápsula en la que caben 5 personas muy apretadas. Si a alguien le huele el alerón estás perdido durante 2 minutos aproximadamente, que es lo que tarda en subir la mini cápsula arcoriana. Las vistas no son tan impresionantes como las de la Willis Tower, porque St. Louis no es una ciudad que tenga mucho que ofrecer, pero es algo que hay que hacer. Si no tienes vértigo ni claustrofobia, por supuesto.
Dentro de la cabina de bajada un americano nos recomendó que visitáramos la fábrica de cerveza Budweiser, cosa que entusiasmó al Chanquete. Llegamos a ella sobre las 17.30, pero la última visita era a las 16.00. Oh... Para resarcirnos fuimos a tomarnos una de las famosas natillas heladas de Ted Drewes. Algo parecido a la heladería Inma, aunque la Inma es la Inma y no se puede comparar. Increíbles lo buenas que están, la cantidad de gente que había allí haciendo cola lo presagiaba.
Nuestro destino final de ese día iba a ser Cuba (no la isla), así que pusimos rumbo directo al Wagon Wheel, un motel recomendado por la guía y por los blogs que habíamos ojeado. Por el camino, ya en Cuba, preguntamos en un Super8, que nos pidió 89,99 USD. En el Wagon fueron 74 USD con una cama para dos. No sabemos si surgirá el amor esta noche, esperamos que corra el aire y nadie salga herido. Aun no sabemos por qué todos los moteles son más caros de lo que todo el mundo decía en los foros.
La recepcionista nos contó un poco la historia del hotel. Al parecer era el más antiguo de la ruta que había prestado servicio ininterrumpidamente, y había sido ampliamente restaurado en el 2009. El conjunto conservaba el sabor tradicional de la ruta, todo muy limpio y cuidado. Me da a mí que va a ser uno de los mejores moteles, si no el mejor, en los que nos vamos a hospedar.
Pusimos una lavadora y una secadora (1,5 USD y 1 USD, respectivamente) e intentamos tomarnos una cerveza en el restaurante-barbacoa que había al lado del motel, pero cerraba ¡a las 21.00!
Este día decidimos no ver las Meramec Caverns, por falta de tiempo, porque pensábamos que estarían cerradas al ser festivo y porque ya era muy tarde, ni la botella de ketchup de 170 pies de Collinsville. ¿En serio piensa esta gente que no tenemos nada más interesante que ver que una botella gigante?
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